viernes, 23 de abril de 2021

La reindustrialización de las regiones españolas


Por Rafael Myro, Universidad Complutense de Madrid

Este post se publicó en el blog (bAg): Blog de Economía de la Aldea Global el 12 de marzo de 2021. Fruto del acuerdo de colaboración entre este blog y el blog Viaje al Fondo de las Finanzas Internacionales, cada trimestre reproduciremos en nuestro blog algunos post que, por su temática, también pueden ser interesantes para nuestros lectores.

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La pandemia del coronavirus ha infligido un considerable daño a la industria española. El VAB industrial se redujo en un 9,3% durante el año 2020 (un 10,6% en las manufacturas), alejándose, no sólo del nivel de 2019, sino también del alcanzado en 2008, que aún no se había recuperado.

La reindustrialización de la economía española es pues hoy una tarea más urgente que nunca, como ya he mencionado con anterioridad en este blog (aquí), y reclama una política industrial ambiciosa, alineada con la que desde hace algunos años se está definiendo desde las diversas instituciones de la UE, bajo el impulso de Alemania y Francia. El Fondo de Recuperación Europeo debería facilitar su puesta en marcha, pero no puede garantizarla, ante todo, por el predominio que se otorga a dos transiciones fundamentales, la ecológica y la digital, que aunque con un importante impacto en la industria, no recogen muchas otras acciones necesarias; y segundo, porque la gestión y orientación de los fondos recibidos va a recaer en buena medida en un conjunto de grandes empresas con fuerza tractora, en estrecha cooperación con las grandes firmas consultoras, y una política industrial ambiciosa exige dotar de más y mejores instrumentos de intervención y gestión a las administraciones públicas.

Desde una perspectiva regional, el año 2020 fue particularmente negativo para las industrias de Andalucía, Baleares, Asturias, País Vasco, Castilla-La Mancha y Navarra, según el Índice de Producción Industrial. En las cinco primeras, el VAB obtenido en 2019 se encontraba por debajo del alcanzado inmediatamente antes de la Gran Recesión, como también ocurría en Cantabria, Canarias, Extremadura, Galicia y Madrid. Así pues, con la excepción de Navarra, todas estas comunidades autónomas han iniciado 2021 bastante lejos de la cifra de producción industrial que alcanzaron en 2008, y tres de ellas, Baleares, Canarias y Madrid con registros inferiores a los que poseían al comienzo del siglo XXI.

Durante las dos últimas décadas, el crecimiento de la industria española ha tendido a concentrarse en las comunidades autónomas que habían logrado previamente un mayor desarrollo industrial, de forma que, en lugar de producirse una convergencia en los niveles de industrialización, se ha producido una divergencia. Han contribuido especialmente a ella Madrid, Baleares, Canarias, Andalucía y Extremadura, con acusadas disminuciones de la importancia de las manufacturas en sus economías, a pesar de partir de niveles ya reducidos en el año 2000 (Gráfico 1). Canarias, Andalucía y Extremadura parecen exhibir una desindustrialización prematura, pues se trata de regiones que, al menos desde 1960, no han conseguido alcanzar un 15% de empleo manufacturero sobre el total, y poseen una renta per cápita inferior a la media nacional (Barandiarán, J., Cardoso, M. y Díez, L. (2019). “Desindustrialización prematura en España”; BBVA Research, Observatorio Económico, 5 de marzo). Baleares y Madrid escapan a esa pauta, porque en algún momento contaron con un peso importante del empleo industrial y su renta per cápita supera hoy la media nacional; la primera de estas regiones, debido a la importancia del turismo; y la segunda de ellas, por el efecto capitalidad y la apuesta por los servicios avanzados, que ha desplazado parte de su industria a las provincias colindantes, sobre todo a Guadalajara. Otras regiones como Asturias y Galicia están amenazadas por ese mismo proceso.


Desarrollar la industria en un amplio número de regiones españolas, frenando su concentración espacial, debe ser uno de los objetivos del necesario proceso de reindustrialización que necesita  la economía española. Atender a este objetivo, requiere una política industrial decidida a atraer nuevas empresas, nacionales y extranjeras, a cada territorio, y a aprovechar todas las economías de aglomeración que ofrecen las ya ubicadas en el, explotando a fondo las interdependencias y complementariedades que existen entre ellas  (infraestructuras, mercados, tecnologías y cualificación de la mano de obra). Como señalara Paul Krugman ya hace muchos años, en 1992, de la importancia de las economías de aglomeración dan cuenta los sistemas productivos locales existentes, que en el caso de España han adquirido notoriedad en las industrias de automoción, maquinaria, química y plásticos, alimentos, textil y confección, cuero y calzado y productos para la casa (distinguiendo entre los de grandes empresas y distritos industriales, los han definido y cuantificado muy bien Rafael Boix y Joan Trullén en su trabajo “La relevancia empírica de los distritos industriales marshallianos y los sistemas productivos locales manufactureros de gran empresa en España”, Investigaciones Regionales, 19, 75-96, 2011). No parece, sin embargo,  que tales sistemas hayan necesariamente de proliferar en mayor medida en unos sectores que en otros. Es muy posible que sean un instrumento de utilidad más general como ha señalado Andrés Rodríguez-Clare (“Clusters and comparative advantage: Implications for industrial policy”, Journal of Development Economics, 82, 43 – 57, 2004).

En España, existe una clara relación entre la importancia de los sistemas productivos locales (SPL),  medida por su peso en el empleo manufacturero, y la proporción de las manufacturas en el PIB (Gráfico 2 [1]), que probablemente indica una causalidad de doble dirección entre estas dos variables, aunque quizá de diferente intensidad en cada dirección, pero que, en todo caso, parece avalar la importancia de atajar, mediante la intervención pública, los fallos de coordinación en el desarrollo territorial de la industria.


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[1] El gráfico muestra una relación entre los SPL en 2001 y el peso de la industria en el PIB en 2019, pero esta relación se mantiene si para la segunda variable se sustituye 2019 por 2001


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Como citar esta entrada del Blog:

Rafael Myro, "La reindustrialización de las regiones españolas", Universidad de Valencia, Blog Viaje al Fondo de las Finanzas Internacionales, 23/4/2021, 
http://vicenteesteve.blogspot.com/2021/04/la-reindustrializacion-de-las-regiones.html

lunes, 19 de abril de 2021

Cambios en la ratio stock de deuda pública/PIB de la economía española y sus componentes, 2000-2022

 



Entrada conjunta con María A. Prats, Universidad de Murcia


En esta entrada del Blog mostramos los cambios anuales en la ratio stock de deuda pública/PIB de la economía española y sus componentes para el periodo 2000-2022 (previsiones de la Comisión Europea para 2020-2022), factores que determinan la sostenibilidad a largo plazo de la deuda pública. 

En el primer gráfico se muestra la senda temporal del stock de deuda pública de las AA.PP. según la metodología del Protocolo de Déficit Excesivo (PDE) incluido en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la zona del euro (esta es la cifra oficial que pública el Banco de España y el Banco Central Europeo sobre el total de la deuda pública española). 


Destacar la significativa reducción desde el año 1996 hasta el año 2007, pero también el importante y persistente deterioro desde el inicio de la crisis financiera internacional en el año 2008 hasta finales de 2014. Posteriormente, en el periodo 2015-2019 se inició un leve periodo de ajuste. Con mas detalle, el stock de deuda pública según el PDE se situó a finales de 2019 en 1.188.862 millones de euros (95,5% del PIB), aún muy alejado del objetivo del Plan de Estabilidad de la zona euro del 60% del PIB. Finalmente, los efectos de la pandemia del COVID-19 hacen prever un deterioro significativo para el periodo 2020-2022. En concreto, se alcanzaría en 2020 el 120,3% del PIB (1.320.894 millones de euros); en 2021 el 122% del PIB (1.426.180 millones de euros); y 2022 el 123,9% del PIB (1.532.643 millones de euros.) En definitiva, el aumento de la deuda pública provocado por la pandemia se estimaría en 343.781 millones de euros (28,4 puntos porcentuales sobre el PIB nominal).

La evolución temporal del stock de deuda pública en % del PIB de España se puede descomponer en 3 componentes:

(1)

donde ∆b es la variación del stock de deuda en % del PIBdt el déficit (-) o superávit (+) público primario o el déficit público total sin incluir los pagos por intereses de la deuda (en % del PIB, ), it los tipos de interés nominales de la deuda pública (tipos de interés implícitos de la deuda pública, medidos por los pagos de intereses actuales de la deuda pública como % del stock de deuda pública al final de t-1), gt la tasa de crecimiento nominal de la economía (tasa de crecimiento real + tasa de variación de la inflación) y adft el componente “ajuste déficit-deuda”. 

La expresión implica que si se quiere reducir el stock de deuda pública en relación al PIB se deben de dar tres condiciones no excluyentes que se reflejan en los tres términos de la derecho de la ecuación: (a) se tiene que generar superávit primarios (componente que recoge el “ajuste fiscal”), dt; 0; (b) o que la tasa de crecimiento nominal de la economía (¡cuidado con la deflación que hace aumentar la deuda!) debe ser superior al tipo de interés nominal “implícito” de la deuda pública (efecto “bola de nieve” de los intereses de la deuda), gt>it; (c) o eliminar/reducir el efecto del "ajuste déficit-deuda" (adft = 0).

¿Cuál ha sido la evolución reciente de los tres componentes?

El primer término: el superávit (+) o déficit público primario (-)

Cómo se puede observar en el siguiente gráfico, el superávit público primario se resiste a aparecer y se ha vuelto a deteriorar significativamente desde el inicio de la pandemia, y ello impide que se reduzca el stock de deuda pública. Por un lado, en el año 2018 se alcanzó por fin un equilibrio presupuestario primario después del periodo 2007-2017 en el que se registraron déficits público primarios (récord en 2009 con un -9,3 en % del PIB, 99.837 millones de euros). Las cifras provisionales de 2020 muestran un nuevo récord histórico del -9,9% del PIB (108.702 millones de euros), mientras que las previsiones para 2021 y 2022 no son muy halagüeñas, con unos niveles de déficit público primario del -7,4 y de -6,7 en %  del PIB, respectivamente.


¿Cuáles son las razones de que no se hayan podido generar suficientes superávits públicos primarios?

En primer lugar, la economía española tiene un problema conocido como "paradoja fiscal": tenemos tipos impositivos altos en relación a los países de la zona euro pero a la vez la recaudación fiscal es menor en todas las figuras impositivas. Las causas están en el mayor fraude fiscal (últimas estimaciones en 25.000 millones de euros) y en el exceso de beneficios fiscales (o gastos fiscales) que generan una "insuficiencia recaudatoria". [1] En los Presupuestos Generales del Estado para 2021 se prevén unos beneficios fiscales de 39.049 millones de euros, que suponen una pérdida de recaudación fiscal asumida ex-ante y legal.

Como se puede observar en el gráfico y el cuadro siguientes, nuestra recaudación de impuestos y de cuotas a la seguridad social en % del PIB a finales de 2019 (sin incluir transferencias de corrientes cobradas: tasas, multas, recaudación del juego, etc..) es del 35,4%, muy por debajo de la media de la Unión Europea-27 (41,1%) y de la zona euro (41,6%). De hecho, recaudamos mucho menos que Francia (47,4%) e Italia (42,6%), e incluso que Grecia (41,9%) y Portugal (36,8%). Alcanzar la media de la zona euro hubiera supuesto a finales de 2019 unos ingresos impositivos adicionales potenciales de 77.210 millones de euros (6,2 puntos porcentuales del PIB nominal). 




Con mas detalle, los datos del siguiente cuadro nos indican que se podría recaudar más, hasta alcanzar la media de la zona euro, en todas las figuras impositivas.


En segundo lugar, los recientes déficits de la Seguridad Social (Sistema de la Seguridad Social + SPEE + FOGASA) no ayudan a generar superávits públicos primarios, tal como muestra el siguiente gráfico. La Seguridad Social ha entrado en un déficit presupuestario persistente y creciente desde el año 2010 agravado desde 2020 por la pandemia del COVID-19. El conjunto de la Administración de la Seguridad Social acabó en 2019 en términos de Contabilidad Nacional con un déficit de 16.189 millones de euros, lo que equivale al 1,3% del PIB. Las causas del deterioro de las cuentas son diversas: a) caída de cotizantes; b) aumento de pensionistas; c) aumento de la pensión media; d) los nuevos empleos con salarios más bajos (cotizaciones más bajas); e) exceso de nuevos contratos con bonificaciones y la tarifa plana de las cotizaciones sociales.

La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal ha estimado que el conjunto de la Administración de la Seguridad Social acabó en 2020 en términos de Contabilidad Nacional con un déficit de 41.724 millones de euros, lo que equivale al 3,8% del PIB. Este mayor deterioro de las cuentas son debidas a la caída de la recaudación de las cotizaciones, los ERTEs, las mayores prestaciones por desempleo y el cese de actividad autónomos, entre otros, que se unen a las causas ya mencionadas anteriormente que todavía no se han corregido.


El segundo término: el "efecto bola de nieve"

Cómo se puede observar en el siguiente gráfico, el "efecto bola de nieve" se volvió negativo (los tipos de interés nominales de la deuda pública eran superiores al crecimiento nominal de la economía) en el periodo 2008-2014 tras el inicio de la crisis financiera internacional. Y ello provocó una importante acumulación de deuda pública en % del PIB. Posteriormente, en el periodo 2015-2019 se registró un signo positivo (la tasa de crecimiento nominal era superior a los tipos de interés nominales) lo que propiciaba una caída de la ratio deuda pública/PIB. 

Destacar que la pandemia ha provocado en el año 2020 el mayor "efecto bola de nieve" de la historia reciente de la economía española, y la consiguiente acumulación de deuda pública en proporción al PIB. Mientras los tipos de interés nominales continuaban cayendo hasta el 2,2%, el crecimiento nominal de la economía se hundía en un nivel del -11,8%.

Aunque la Comisión Europea pronostica una desaparición del "efecto bola de nieve" para 2021-2022, en el horizonte aparecen peligros potenciales para que suban los tipos de interés nominales de nuestra deuda pública (y aparezca nuevamente el temido efecto). Estos cambios vendrían generados por tres factores: (1) el  cambio de rumbo de la política fiscal en EE.UU. (mayores déficits públicos que provoquen mayores tipos de interés de los bonos de deuda pública); (2) el cambio de la política monetaria de la Fed (mayores tipos de intervención); y (3) que el BCE deje de comprar en algún momento la deuda pública española [Programa de Compras del Sector Público (PSPP)].


El tercer término: el "ajuste déficit-deuda"

El "ajuste déficit-deuda" recoge aquellas operaciones financieras que aumentan la deuda pero no tienen efecto en el déficit público. Desde el punto de vista contable, registra la necesidad de financiar la adquisición neta de activos financieros de las AA.PP. 

El "ajuste déficit-deuda" provocó desde 2008 a 2014 un aumento sustancial del stock de la deuda en proporción al PIB (especialmente entre 2012 y 2014). Desde 2015 este término no ha generado apenas aumento del stock de la deuda publica en % del PIB.

Las operaciones de endeudamiento que no tenían origen en los presupuestos públicos han sido principalmente:
  • Fondo de Apoyo a la República Helénica (bilateral, Greek Loan Facility, GLF), primer rescate a Grecia: 2010 y 2012, 6.650 millones de euros.
  • FEEF (Fondo Europeo de Estabilidad Financiera), préstamos al rescate de Irlanda, segundo rescate de Grecia y rescate a Portugal: 2011-2014, 23.916 millones de euros. 
  • Participación en el MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera), sustituye al FEEF para futuros rescates: 2012-2014, 9.528 millones de euros.
  • FAAF (Fondo de Adquisición de Activos Financieros): 2008 y 2009, 19.335 millones de euros.
  • FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria): 2009, 2010 y 2012, 22.930 millones de euros .
  • FADE (Fondo de Amortización del Déficit Eléctrico): 2011-2013, 23.731 millones de euros. 
  • Fondo para la Financiación de los Pagos a Proveedores (FFPP): 2012-2014, 43.135 millones de euros.
  • Pero no el FLA (Fondo de Liquidez Autonómica, destinado para vencimientos de deuda o para financiar necesidades de financiación del ejercicio autorizadas): no aumenta deuda consolidada AA.PP. (activos del Estado = pasivos de las CC.AA.).
  • 2020-2021, ¿indemnización a las autopistas de peaje quebradas? (2.000 a 3.000 millones de euros); ¿indemnización por el cierre del almacén gas natural Castor? (638 millones de euros).
La descomposición de la variación del stock de deuda pública en % del PIB en los tres términos

En el siguiente gráfico se muestra la contribución de los tres términos al cambio anual de la ratio stock deuda pública/PIB desde 2000 a 2022.

En primer lugar, durante el periodo del "boom" de la construcción (2000-2007), el stock de deuda publica/PIB se reduce anualmente y el único componente que hace aumentar ligeramente esta ratio es el término del "ajuste déficit-deuda" (caída de 25,2 puntos porcentuales del stock de deuda/PIB en el conjunto de este periodo).

En segundo lugar y, por el contrario, en el periodo 2008-2014 la ratio crece anualmente de manera significativa, fundamentalmente por la aparición de déficits públicos primarios y por el efecto "bola de nieve" de los años 2012 y 2013 (subida de 65 puntos porcentuales del stock deuda pública/PIB en el conjunto de este periodo).

En tercer lugar, en el periodo 2015-2019 el stock de deuda pública/PIB se estabiliza ligeramente por debajo del 100%, ya que los tres componentes se comportan de manera moderada o se reducen, y sus efectos sobre la variación de la ratio son muy bajos (caída de 4,9 puntos porcentuales del stock deuda pública/PIB en el conjunto de este periodo).

Por último, los efectos de la pandemia del COVID-19 se hacen notar en el periodo 2020-2022, fundamentalmente en el año 2020, por los efectos negativos del elevado déficit público primario y del "efecto bola de nieve". Se prevé todavía efectos negativos de los déficit públicos primarios en 2021 y 2022 (subida de 28,4 puntos porcentuales del stock deuda pública/PIB en el conjunto de este periodo).


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[1] Recordemos que los llamados gastos fiscales o tributarios (beneficios fiscales en términos de los Presupuestos Generales del Estado) son el conjunto de deducciones, exenciones, desgravaciones, reducciones e incentivos de las distintas figuras tributarias (IVA, IRPF e impuesto de sociedades, fundamentalmente). Suponen un importante coste en términos de recaudación impositiva y que en la mayoría de los casos tienen además efectos perversos negativos sobre la equidad y la eficiencia impositiva.

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Como citar esta entrada del Blog:

Vicente Esteve y María A. Prats, "Cambios en la ratio stock de deuda pública/PIB de la economía española y sus componentes, 2000-2022", Universidad de Valencia, Blog Viaje al Fondo de las Finanzas Internacionales, 19/4/2021,
http://vicenteesteve.blogspot.com/2021/04/cambios-en-la-ratio-stock-de-deuda.html

jueves, 4 de marzo de 2021

¿Tendrá éxito el nuevo plan de estímulos fiscales del Presidente Biden para la recuperación económica de EE.UU.?: el papel del valor de los multiplicadores fiscales

 


La Ley del Plan de Rescate Estadounidense de 2021 (American Rescue Plan Act of 2021) es un paquete de estímulo económico de 1,9 billones de dólares propuesto por el presidente Joe Biden para impulsar la recuperación económica de EE.UU. frente a los efectos económicos negativos provocados por la pandemia de la COVID-19. Propuesto por primera vez el 14 de enero de 2021, ha sido  aprobado el 27 de febrero de 2021 en primera instancia por la Cámara de Representantes. Ahora el Senado tendrá poco más de dos semanas para aprobar el Plan antes de que expiren las actuales prestaciones federales de desempleo. En el Senado sufrirá probablemente recortes, porque incluso algunos senadores demócratas se oponen a priori a algunas de sus medidas.

En el cuadro adjunto (primera columna, hacer click para verlo más grande) mostramos la distribución de los 1,9 billones del Plan de Rescate: [1]
  • Ayudas directas individuales o a familias (individual rebates): 520.000 millones de dólares.
  • Prestaciones por desempleo: regular y especiales derivadas por la pandemia (unemployment insurance + targeted relief): 320.000 millones de dólares.
  • Gasto adicional en cuidados de la salud (health care): 160.000 millones de dólares.
  • Otras inversiones públicas: (other public investments): 325.000 millones de dólares.
  • Ayudas a Estados y entidades locales (state and local aid): 520.000 millones de dólares.
Fuente: Blanchard (2021) [2]

El impacto sobre el PIB va a depender  en última instancia del valor del multiplicador fiscal de la economía de EE.UU. El multiplicador fiscal es un concepto muy importante en macroeconomía ya que mide el efecto de los cambios en el gasto público en la actividad económica del país; en concreto, la proporción en que se ven afectados las rentas de un país ante un aumento o disminución del gasto público (o de los impuestos). 

El valor del multiplicador fiscal puede ser menor que uno, igual a uno o mayor que uno. En función del valor que tome, el impacto económico será diferente:
  • Menor que 1: Indica que un aumento del gasto público en una unidad, aumentará en menos de una unidad el PIB. Por ejemplo, si el gasto público aumenta 10 millones de dólares, el PIB aumentará menos de 10 millones de dólares.
  • Igual a 1: implica que un aumento en el gasto público en una unidad, aumentará en una unidad el PIB. Por ejemplo, si el gasto público aumenta 10 millones de dólares, el PIB aumentará en 10 millones de dólares.
  • Mayor que 1: supone a1que un aumento del gasto público en una unidad, aumentará en más de una unidad el PIB. Por ejemplo, si el gasto público aumenta en 10 millones de dólares, el PIB aumentará más de 10 millones de dólares.
La fórmula para los multiplicadores fiscales asociados a un recorte de los impuestos se expresa en macroeconomía como m = c / (1-c), donde m es el multiplicador y c es la propensión marginal a consumir. Si c = 0,3, el multiplicador es 0,4. Si c = 0,5, el multiplicador es 1.  Y si c = 0,7, el multiplicador es 2,3. Si suponemos que los tipos de interés permanecerán inalterados en EE.UU., que la Reserva Federal no responderá al plan de estímulos propuesto, y despreciando el efecto sobre las importaciones (puesto que es casi nulo para una economía grande como la de EE.UU.), cualquier gasto directo del gobierno tendría, en teoría, un efecto directo sobre el gasto interno en la economía norteamericana de 1.

El efecto final del multiplicador depende en última instancia del output gap (o brecha de producción) entre el PIB real de EE.UU. y su PIB real potencial. En el siguiente gráfico se representa las proyecciones de la Oficina Presupuestaria del Congreso (Congressional Budget Office, CBO) del 23 de febrero de 2021 (proyecciones de 2021 a 2031). [3]




La CBO ha estimado el crecimiento real potencial medio durante los últimos años (2010-2020) en el 1,7 %. Dado que el PIB real de 2020 estaba un 2,5 por ciento por debajo de su nivel de 2019 (-2,5%) esta estimación de la CBO implica una brecha de producción a finales de 2020 del 4,3% (1,8% de crecimiento del PIB real potencial de 2020 + 2,5% de la caída del PIB real), que en términos nominales serían 900.162 millones de dólares. [4] Este sería el objetivo a cubrir de PIB con el paquete de estímulos fiscales de la Administración Biden. En otras palabras, la brecha de producción podría cerrarse en 2021 con un aumento en la demanda de 900.162 millones de dólares.

Si se aprobará el Plan de Rescate Estadounidense de 2021 de 1,9 billones, entonces a este montante habría que añadir al programa de 900.000 millones de dólares de la Ley de Asignaciones Consolidadas (Consolidated Appropriations Act, 2021aprobado por Trump el 27 de diciembre de 2020. Entonces, el impulso fiscal total sería de 2,8 billones de dólares.

La forma en que este estímulo total de 2,8 billones de dólares se traduce en una mayor demanda agregada depende del valor del multiplicador fiscal. Con un multiplicador de 1, los programas combinados generan una demanda adicional de 2,8 billones de dólares, lo que significaría 3,11 veces la brecha de producción de 900.162 millones de dólares estimada por el CBO. En este caso, podría existir temores fundados de sobrecalentamiento (crecimiento económico "excesivo") y de una mayor inflación en la economía de EE.UU. Por el contrario, si el valor del multiplicador fuera de 0,3, el estímulo fiscal sería suficiente para cerrar está brecha de producción, y los temores de sobrecalentamiento y de mayor inflación podrían estar infundados.

Para aproximar los efectos sobre la demanda agregada del Plan de Rescate Estadounidense de 2021, Blanchard (2021) hace uso de los multiplicadores fiscales que publicó el Consejo de Asesores Económicos del Presidente (Council of Economic Advisers, CEA) y que aparecen en el cuadro 3-5 de su Informe de 2014.  

En la primera columna del cuadro se presenta el montante de los diferentes componentes del  Plan de Rescate Estadounidense de 2021 (en miles de millones de dólares). En las siguientes tres columnas se presentan la mejores estimaciones (mean) del CEA de los multiplicadores asociados y las estimaciones del CBO de los valores altos y bajos para los diferentes multiplicadores. Por último, en las tres últimas columnas se han calculado los efectos del programa sobre la demanda agregada de EE.UU. multiplicando el montante de cada programa por su respectivo multiplicador fiscal. [1]

De los resultados del cuadro podríamos extraer tres conclusiones relevantes. En primer lugar, si utilizamos las estimaciones de los multiplicadores del CEA los efectos totales sobre la demanda agregada son enormes (2,195 billones de dólares) mucho mayor que la brecha de producción señalada más arriba (900.162 millones). En segundo lugar, en este caso del CEA el multiplicador medio obtenido sería aproximadamente 1,2 (obtenido como 2,195 billones/1,845 billones). Por último, de los resultados del cuadro no podemos sacar una conclusión clara del verdadero valor del multiplicador, ya que si utilizamos los multiplicadores del CBO, el multiplicador medio bajo sería de aproximadamente 0,4 (obtenido como 0,734 billones/1,845 billones) mientras que si utilizamos el multiplicador medio alto sería de casi 2,0 (obtenido como 3,6 billones/1,845 billones).

Otra interesante cuestión es si la parte de los cheques directos del programa de estímulo que van a ir a parar a individuos y familias serán gastados y, por lo tanto, tendrán un efecto sobre la demanda agregada. 

La primera polémica es hacer una previsión de cuál será la propensión marginal a consumir y, por lo tanto, la propensión marginal a ahorrar de las personas que reciban los cheques. Las estimaciones de la propensión marginal a consumir a través de cheques directos (c en la fórmula del multiplicador fiscal) en tiempos no excepcionales como esta Pandemia han sido alrededor de 0,5. Pero es muy probable que en estas circunstancias adversas la mayoría de los receptores tengan ya un nivel de ingresos muy bajo, estén ya endeudados o tengan problema de liquidez, por lo que el valor de c podría ser mucho más alto.

La segunda polémica viene sobre los efectos de los cheques directos sobre el mercado de valores norteamericano. Un sondeo llevado a cabo en EE.UU. por el banco alemán Deutsche Bank con clientes que poseen alguna cuenta de negociación en línea de valores (trading on line) sugiere que alrededor del 37% de dichos pagos directos del Plan de Biden se podrían reinvertir en la bolsa. Teniendo en cuenta que los cheques directos de estímulo suponen aproximadamente 520.000 millones de dólares (de un Plan de Rescate de 1,9 billones de dólares), el estudio implicaría que 192.000 millones de dólares no se dedicarían a la demanda agregada y se desviarían, vía ahorro, al mercado de renta variable norteamericana (véase gráfico siguiente). Pero, para curarse en salud, dado que sólo una parte de los estadounidenses que reciban estos cheques realmente tiene cuentas para operar en bolsa, el informe asume (usando tendencias históricas) que sólo aproximadamente el 20% de ese deseo, es decir 38.400 millones de dólares, acabará destinándose a comprar acciones. El margen para el estimulo de la demanda agregada continuaría siendo muy alto.


La tercera polémica, quizás la más controvertida, hace referencia al debate de si los dos paquetes de estímulo solapados generarán inflación en EE.UU.. Esto se lo dejo para ustedes. Para este fin, les aconsejo la lectura del reciente artículo de Gregory Mankiw, catedrático de Economía de Harvard University, en el The New York Times. [5]

Y termino parafraseando a Bill Clinton: “it’s about the fiscal multiplier, stupid” (¡se trata del multiplicador fiscal, estúpido!).
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[1] Faltan 55.000 millones de dólares que podrían no ser relevantes para el multiplicador fiscal.
[2] Blanchard, O.  (2021): "In defense of concerns over the $1.9 trillion relief plan", Blog del Peterson Institute for International Economics, 18 de febrero, Washington.
[3] CBO (2021): Additional Information About the Economic Outlook: 2021 to 2031, 23 de febrero, Washington.
[4] El PIB nominal de 2020 ha sido de 20,934 billones de dólares.
[5] Mankiw, G. (2021): "The Biden Economy Risks a Speeding Ticket", The New York Times, 26 de febrero de 2021.

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Como citar esta entrada del Blog: 

Vicente Esteve, "¿Tendrá éxito el nuevo plan de estímulos fiscales del Presidente Biden para la recuperación económica de EE.UU.?: el papel del valor de los multiplicadores fiscales", Universidad de Valencia, Blog Viaje al Fondo de las Finanzas Internacionales, 4/3/2021http://vicenteesteve.blogspot.com/2021/03/tendra-exito-el-nuevo-plan-de-estimulos.html

domingo, 28 de febrero de 2021

¿Está sobrevalorado el índice S&P 500 de la bolsa de Nueva York? : la relación precio-ganancias ajustada cíclicamente (CAPE)

 



Robert J. Shiller, catedrático de Economía de Yale University y premio Nobel de Economía de 2013, ha publicado hasta el momento tres ediciones de de su libro "Exuberancia Irracional", material obligatorio de lectura para los estudiantes de Macroeconomía y de Finanzas. [1]

En la primera edición de este libro libro, publicado en el año 2000, ya advirtió proféticamente en el capítulo 1 ("The stock market in historical perspective") que los precios de las acciones estaban excesivamente caros y que se estaba gestando una burbuja en el mercado de valores de EE.UU. que tarde o temprano estallaría. La cima de la burbuja se alcanzó el 10 de marzo de 2000, cuando el mercado de empresas tecnológicas que formaban parte del índice Nasdaq composite llegó al punto máximo de 5048,62 puntos. Entre el 10 de marzo de 2000 y el 30 de septiembre de 2002, el índice Nasdaq composite de Nueva York perdió el 76,8% de su valor, al pasar de 5048,62 a 1172,06 puntos. La burbuja especulativa se pinchó y provocó la crisis de las "puntocom", una fuerte caída del valor bursátil de las empresas y las posteriores quiebras, fusiones y adquisiciones. 

En la segunda edición, publicada en 2005, Shiller incluyó un nuevo capítulo 2 dedicado a la valoración de los activos inmobiliarios ("The real estate market in historical perspective") en el que advirtió que se había formado una burbuja inmobiliaria en EE.UU.,  que tarde o temprano estallaría.  La buena marcha de la economía y los bajos tipos de interés hicieron crecer la concesión de hipotecas de alto riesgo, y la comercialización de productos financieros asociados (titulización hipotecaria). Pero poco después de publicar el libro, se asistió en 2006 - tras una período de política monetaria muy restrictiva de la Reserva Federal (subidas bruscas y elevadas de los tipos de interés nominales) - a un aumento de los impagos de las hipotecas, a una caída brusca de los precios de las viviendas en EE.UU. y, en última instancia, al colapso del mercado de la vivienda y al pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Nuevamente se cumplía la profecía.

En la tercera edición del libro, publicada en 2015, Shiller incluyó un nuevo capítulo 3 sobre una perspectiva histórica del mercado de bonos ("The bond market in historical perspective"), en el que reflexionaba sobre un nuevo problema financiero que oteaba en el horizonte. En concreto, se mostraba preocupado porque los precios de los bonos estaban en un nivel "irracionalmente" alto (o que los tipos de interés estaban en un nivel "irracionalmente" bajo) y que, en última instancia, se podría estar formando una burbuja en los mercados de deuda pública de EE.UU. ¿Nos estaremos acercando al cumplimiento de está nueva profecía?

Recientemente Robert Shiller se muestra nuevamente muy preocupado porque cree que la "exuberancia irracional" se podría haber instalado ahora simultáneamente en los 3 mercados. En concreto, anuncia que podría existir una burbuja financiera en los bonos de deuda pública con vencimiento a largo plazo (vencimiento a 10 años), en las acciones y en la vivienda, al menos en EEUU.

En esta entrada del Blog nos vamos a centrar en la posible burbuja financiera del mercado de acciones de EE.UU. utilizando el indicador CAPE propuesto por el propio Robert Shiller.

Después de la gran caída registrada durante la crisis financiera de 2007-2009, los precios de las acciones se han disparado especialmente desde su punto más bajo generado por la COVID-19 en marzo de 2020. Con más detalle, en el primer gráfico (hacer click sobre el mismo para verlo más grande) se muestra que el índice S&P 500 de la bolsa de Nueva York (en términos reales, ajustado por la inflación) ha aumentado un 89,6% en los últimos 7 años, mientras que ha crecido un 192,1% en 10 años. Además, hay que tener en cuenta que esta evolución subestiman la rentabilidad total porque ignoran los pagos por dividendos.


¿Está sobrevalorado el índice S&P 500 de la bolsa de Nueva York?

La ratio P/E o PER (del inglés, Price to Earnings Ratio, o la relación entre el precio o valor y los beneficios), mide cuánto número de veces el beneficio neto anual de una empresa determinada se encuentra incluido en el precio de una acción de ésta. [1]

La ratio PER se calcula dividiendo la capitalización bursátil de la empresa y su beneficio neto:

PER = Capitalización bursátil / Beneficio Neto

Como la capitalización bursátil es igual al precio por acción multiplicado por el número de acciones y el beneficio neto es igual al beneficio por acción multiplicado por el número de acciones, el PER también se puede aproximar por:

PER= Precio por acción / Beneficio Neto por acción

Por ejemplo, si la empresa cotiza a 26 dólares y el beneficio neto anual por acción es de 2,60 dólares, su PER sería de 10 (26/2,60).

La interpretación económica del valor que alcanza en un momento determinado la ratio P/E de una empresa que cotiza en bolsa (o de un índice bursátil) es bastante simple. Si una empresa (o un índice bursátil) tiene una ratio P/E elevada puede significar que las expectativas del valor son favorables y están anticipando un crecimiento de los beneficios en el futuro. Aunque también puede indicar que el precio de la acción (o del índice bursátil) está sobrevalorado y, por tanto, que resulte improbable que su cotización (o valor) siga subiendo en el futuro. Por el contrario, si una empresa (o un índice bursátil) tiene una ratio P/E baja puede indicar que la acción (o el índice bursátil) está infravalorada y que su cotización (o valor) puede aumentar a corto plazo.

No obstante, el PER tiene algunos inconvenientes. Por un lado, su utilización es más que dudosa para las empresas de sectores muy dependientes del ciclo económico cuando nos encontremos en la parte alta del ciclo. Los sectores cíclicos más típicos son las aerolíneas, los fabricantes de automóviles, el sector siderúrgico, las papeleras, y las empresas relacionadas con las materias primas en general. Por ejemplo, una empresa puede tener un PER 10 en lo alto del ciclo económico y parecer “barata”, pero si la economía entra en recesión y esto le provoca una reducción de beneficios del 50%, el PER se duplicará hasta 20, convirtiéndose en una empresa “cara”. Por otro lado, el beneficio neto puede estar sesgado por la operativa contable de la empresa. Por ejemplo, las amortizaciones o las depreciaciones pueden hacer que el beneficio neto sea mayor o menor en base a la política de la empresa.

Para resolver alguno de los inconvenientes del PER para valorar a una empresa que cotiza en bolsa (o un índice bursátil), el catedrático de finanzas de la Universidad de Yale y premio Nobel de Economía, Robert Shiller, propuso una nueva ratio: el PER ajustado cíclicamente o CAPE (Cyclically Adjusted Price-Earnings, por sus siglas en inglés), conocido también como el Shiller PE Ratio o el PE/10.

El CAPE se obtiene por el cociente del precio por acción actual (o del índice bursátil) y el promedio de 10 años de los beneficios ajustados por la tasa de inflación. En definitiva, el CAPE es un indicador más preciso que el PER clásico, ya que elimina las fluctuaciones de la ratio provocadas por la variación de los márgenes de beneficio durante los ciclos económicos.

En el segundo gráfico adjunto, se muestra la evolución histórica del CAPE del índice S&P 500 de la Bolsa de Nueva York para el periodo 1881-2021 elaborado por Robert Shiller (último dato disponible: primera quincena de febrero de 2021).



Al ajustar los precios de las acciones por las ganancias, el CAPE mide aproximadamente el precio de las acciones en comparación con el valor fundamental (es decir, las ganancias) de esas acciones. Desde el punto de vista económico se podría interpretar que los ratios CAPE muy altos en el gráfico nos indican que los precios de las acciones están sobrevalorados. 

Si utilizamos como ratio de valoración de la Bolsa de Nueva York el CAPE del S&P 500, vemos como el nivel actual se sitúa en 34,8, un 103,3% por encima que su media histórica de 17,12 desde 1881.

En definitiva, podríamos concluir que el mercado de valores de EE.UU. está sobrevalorado respecto a su media histórica y los temores de Robert Shiller podrían estar justificados.

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[1] En el siguiente enlace se puede ver más información sobre el significado del término "exuberancia irracional" explicado por el propio Robert J. Shiller.
[2] Valor mínimo del CAPE del S&P 500: 4,78, enero de 1921. Valor máximo del CAPE del S&P 500: 44,20, diciembre de 1999. Media del CAPE del S&P 500: 17,12.


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Como citar esta entrada del Blog: 

Vicente Esteve, "¿Está sobrevalorado el índice S&P 500 de la bolsa de Nueva York? : la relación precio-ganancias ajustada cíclicamente (CAPE)", Universidad de Valencia, Blog Viaje al Fondo de las Finanzas Internacionales, 28/2/2021,http://vicenteesteve.blogspot.com/2021/02/esta-sobrevalorado-el-indice-s-500-de.html

martes, 16 de febrero de 2021

¿Ha afectado la guerra comercial y la Pandemia al déficit comercial entre EE.UU. y China?

 

En el gráfico se representa la evolución desde enero de 2016 hasta diciembre de 2020 de las exportaciones de bienes de EE.UU. dirigidas a China (línea azul), las importaciones de bienes de EE.UU. procedentes de China (línea roja), y la diferencia entre ambas series (línea discontinua verde), es decir, el déficit comercial o de bienes entre ambas economías.


Las políticas comerciales proteccionistas de la Administración Trump que comenzaron en 2018 fueron impulsadas por el alto y persistente déficit comercial de EE.UU. con China. En un primera fase, Trump aprobó en enero de 2018 aranceles de importación sobre paneles solares y lavadoras fabricadas en China. El inicio de legislación arancelaria proteccionista aparece señalada en el gráfico con la primera línea vertical (gris). Posteriormente, los EE.UU. continuó aprobando nuevos aranceles sobre las importaciones de bienes de China y, posteriormente, este país impuso como represalia nuevos aranceles a las importaciones de bienes de EE.UU.

Varias conclusiones podemos extraer de la evolución de las variables del gráfico. Por un lado, las exportaciones de bienes estadounidenses dirigidas China se han comportado relativamente estables en el tiempo a pesar de las políticas proteccionistas de EE.UU. Por el contrario, la evolución de las importaciones de bienes chinos de EE.UU. se han comportado de manera mas variable y han continuado siendo de una mayor cuantía. Como consecuencia, el déficit comercial bilateral parece seguir la trayectoria variable de las importaciones de bienes de EE.UU. de China. Con mas detalle, a pesar de la guerra comercial, el déficit comercial de EE.UU. con China alcanzó su punto máximo en octubre de 2018, posteriormente se redujo durante unos pocos meses (noviembre 2018 a marzo 2019), y volvió a situarse por encima de su nivel de enero de 2016 a mediados de 2019. 

Este comportamiento parecen sugerir que la guerra comercial entre ambos países no tuvo un efecto  significativo y duradero en el déficit comercial entre EE.UU. y China.

En el gráfico anterior hemos señalado también con una segunda línea vertical (gris) el inicio de la pandemia del COVID-19 que coincide con el registro oficial del primer caso en Wuhan en diciembre de 2019. Ahora podemos observar que en los meses siguientes se registró una fuerte caída en las importaciones de EE.UU. de bienes de China y también una redución muy significativa del déficit comercial bilateral.

Posteriormente, desde marzo de 2020 ha habido un cambio brusco en las importaciones de EE.UU. de China y del déficit comercial bilateral, con un aumento en ambos casos muy significativo. Entre otros factores, este cambio de tendencia en las importaciones de EE.UU. de productos chinos puede estar muy relacionado con las importaciones de equipo médico esencial para contrarrestar los efectos de la Pandemia. [1]

Finalmente, el acuerdo firmado entre China y EE.UU. a finales de 2019 por el que se instauraba una tregua relajación de las medidas arancelarias a partir de 2020 junto al mayor crecimiento de la economía de China, podría haber provocado un aumento reciente en las exportaciones de EE. UU. a China, que han escalado a su nivel más alto en el último trimestre de 2020. Como consecuencia de ello, el déficit comercial bilateral registrado en diciembre de 2020 es un poco más bajo que el nivel alcanzado en julio de 2020.
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[1] Véase al respecto los trabajos de:

Bown, Chad P. "COVID-19: Trump's Curbs on Exports of Medical Gear Put Americans and Others at Risk." Peterson Institute for International Economics, April 9, 2020; https://www.piie.com/blogs/trade-and-investment-policy-watch/covid-19-trumps-curbs-exports-medical-gear-put-americans-and.

Leibovici, F. and Santacreu, A.M.: "Protectionism and Dependence on Imports of Essential Medical Equipment", Federal Reserve Bank of St. Louis On the Economy Blog, September 16, 2020; https://research.stlouisfed.org/publications/economic-synopses/2020/09/16/the-dynamics-of-the-u-s-trade-deficit-during-covid-19-the-role-of-essential-medical-goods


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Como citar esta entrada del Blog: 

Vicente Esteve, "¿Ha afectado la guerra comercial y la Pandemia al déficit comercial entre EE.UU. y China?", Universidad de Valencia, Blog Viaje al Fondo de las Finanzas Internacionales, 16/2/2021,
http://vicenteesteve.blogspot.com/2021/02/ha-afectado-la-guerra-comercial-y-la.html

lunes, 8 de febrero de 2021

Evolución histórica de los tipos de interés reales de los bonos de deuda pública a 10 años de EE.UU., 1962-2020


El tipo de interés real medio de los bonos de deuda pública con vencimiento a 10 años en la economía de los EE.UU. se ha situado en el +2,26% anual para el periodo 1962-2020, lo que supone una rentabilidad muy atractiva para un inversor que hubiera mantenido y reinvertido década tras década sus ahorros en este bono. 

En el primer gráfico se muestra la evolución temporal de la rentabilidad nominal de los bonos de deuda pública con vencimiento a 10 años y de la tasa de variación anual del IPC general para todos los consumidores urbanos (como medida de la tasa de inflación), mientras que en el segundo gráfico se representa el tipo de interés real ex-post como el diferencial o spread entre estas dos variables.

Aunque el tipo de interés real medio en la economía de los EE.UU. para el periodo 1962-2020 se ha situado en el +2,26% (línea roja), ha habido años por encima de la media y años por debajo de la media, tanto con valores positivos como negativos. También existe una gran divergencia entre las décadas con menor inflación y las de alta inflación, divergencias provocadas por las diferentes primas de riesgo por inflación (inflation-risk premium) exigidas por los inversores en las rentabilidades nominales de los bonos.



En el siguiente cuadro hemos agrupado la evolución media del tipo de interés real por décadas (segunda columna). Aunque su medias no son homogéneas, en todas las décadas la rentabilidad real media de los bonos de deuda pública a 10 años ha sido positiva.


En la década de 1970 el spread fue de media muy bajo (+0,3%) alcanzando el mínimo histórico de la serie en diciembre de 1974 con un nivel del -4,66%. En está década se registraron niveles muy altos de inflación por los efectos de los shocks del petróleo (media de inflación del 7,1%). Estas circunstancias sorprendieron a los inversores en bonos de duda pública de EE.UU. y tardaron en ajustar los rendimientos deseados.

En lo que concierne a la década de 1980, los tipos de interés reales medios crecieron sustancialmente respecto la década anterior hasta el +4,8% para ajustarse a los riesgos de alta inflación registrados anteriormente. Como consecuencia se alcanzó el máximo histórico del tipo de interés real que se situó en el +9,38% en agosto de 1983.

En las décadas de 1990 y 2000 la Reserva Federal de EE.UU. bajo el mandato del presidente Greenspan (1987-2006) aplico una política monetaria restrictiva cuyo objetivo principal era reducir la altas tasas de inflación heredadas. La consecuencia es que los inversores del mercado de bonos de deuda pública redujeron sus objetivos de demanda de altas primas de riesgo por inflación. Ello propició que los tipos de interés reales medios se redujeran hasta el 3,5% y el 1,9%, respectivamente.

Centrándonos en la última década de 2010 a 2020, con Ben Bernanke, Janet Yellen y Jerome Powell como presidentes de la Reserva Federal de EE.UU., el tipo de interés real se situó en niveles medios históricamente bajos del +0,6%. Ello se debió sin duda a las caídas históricas de los rendimientos nominales de los bonos de deuda pública a 10 años y también de las primas de riesgo por inflación, propiciadas por la política monetaria expansiva y por la reducción sin precedentes de la tasa de inflación media de esta década (+1,8%).

El año 2020 ha terminado con una tasa de interés real negativa de los bonos de deuda pública de EE.UU. a 10 años del -0,35%.  Si en un futuro próximo subiera la tasa de inflación en EE.UU. y la Reserva Federal volviera a anunciar su firme convicción de controlar está variable, no debería sorprendernos ver que la rentabilidad de los bonos de deuda pública aumentaran mucho menos que las subidas en las tipos de interés de corto plazo.

¿Cómo afectan los tipos de interés reales negativos a la economía?

Una tasa de interés real negativa significa que la inflación es más alta que las tasas de interés nominales. Y esta circunstancia afecta a las decisiones de ahorro y consumo de los hogares, al endeudamiento y a las decisiones de inversión pública.

Por un lado, es una mala noticia para los ahorradores pues verán una caída en el valor real de sus activos, y la rentabilidad de sus ahorros será insuficiente para cubrir el aumento del coste de vida. En teoría, las tasas de interés reales negativas deberían alentar a la gente a gastar, ya que no tiene sentido ahorrar más. Sin embargo, la evidencia empírica disponible sugiere que la gente en realidad puede estar poniendo más esfuerzo en ahorrar que en consumir más porque la rentabilidad del ahorro es muy baja. Desde el punto de vista microeconómico, el efecto ingreso sería mayor que el efecto sustitución.

Por otro lado, la otra perspectiva es que esto debería ser bueno para los prestatarios. La inflación está erosionando el valor de las deudas y los pagos de intereses serán bajos. Por ello, habría un incentivo en los hogares a endeudarse más para financiar la compra de vivienda o el consumo duradero. Incluso habría un incentivo para el gobierno a endeudarse más si quiere financiar proyectos "necesarios" de infraestructuras de los que se puede esperar que produzcan una rentabilidad real superior a cero.

Finalmente, para aproximar el tipo de interés real ex-ante en la economía norteamericana se utiliza habitualmente la tasa de interés anual de un bono de deuda pública indexado a la inflación de EE.UU. (TIPS). [1]

Estos bonos de deuda pública indexados a la inflación dan cobertura al inversor frente a la pérdida de poder adquisitivo derivado de la inflación. En estos bonos, se puede indexar la inflación a dos elementos: a) el cupón: aumentará o disminuirá en función de las subidas o bajadas de precios, que hacen que los tipos de interés nominales suban o bajen; b) el principal: se ajustará el valor nominal en función de la inflación. Si la inflación sube, el valor nominal se verá incrementado en función de la subida de precios, pero si existe deflación, el valor de reembolso será menor que el valor nominal. Este tipo de bonos en los que se ajusta el principal a la inflación es mucho más habitual a los ajustes realizados en el cupón.

En los bonos indexados a la inflación, la rentabilidad real del bono (en ausencia de inflación) no se ve afectada por la inestabilidad en los precios. Ya que la posible pérdida de poder adquisitivo en la inversión, derivada de la inflación, se compensa al mantener esa rentabilidad real y ajustar la rentabilidad nominal en función del incremento de precios. Esta es la diferencia fundamental respecto a los bonos no indexados a la inflación del primer gráfico.

En el siguiente gráfico se muestra la evolución reciente de los TIPS del bono de deuda pública de EE.UU. a diferentes plazos de vencimiento, 5, 10, 20 y 30 años. Desde el 1 de abril de 2020 los bonos TIPS más representativos se sitúan en terreno negativo, y en el último dato mensual de enero de 2021 se alcanza un -1,66% (5 años), -1,00% (10 años), -0,53% (20 años) y -0,28% (30 años).

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Como citar esta entrada del Blog: 

Vicente Esteve, "Evolución histórica de los tipos de interés reales de los bonos de deuda pública a 10 años de EE.UU., 1962-2020", Universidad de Valencia, Blog Viaje al Fondo de las Finanzas Internacionales, 8/2/2021, http://vicenteesteve.blogspot.com/2021/02/evolucion-historica-de-los-tipos-de.html

martes, 2 de febrero de 2021

La guerra comercial entre EE.UU. y China y la COVID-19 ha acelerado el traslado de las cadenas de suministros globales a otros países

 


La guerra comercial entre EE.UU. y China y la pandemia de COVID-19 han cambiado las estrategias de sus cadenas de suministro globales de grandes corporaciones multinacionales que fabrican bienes en China para exportarlos a EE.UU. En concreto, empresas multinacionales muy importantes como Omnidex, GoPro, Apple, Microsoft, Google y Foxconn, entre otras, han cambiado o anunciado planes para trasladar la producción de inputs intermedios en sus cadenas de suministro globales de China a Vietnam, Indonesia, Malasia, México e India. Se trataría de aprovechar los bajos costes laborales relativos de estos países. 

Aunque diversificar la cadena de suministros es a priori un proceso complejo, se puede compensar a medio plazo con unos costes laborales relativamente menores, puesto que en China se ha duplicado el índice de costes laborales en la última década.

Durante el mandato de Trump, EE.UU.  puso la diana en los productos electrónicos fabricados en China para aplicar aranceles de importación más altos y restringió el suministro de componentes producidos con tecnología estadounidense a las empresas chinas que considera un riesgo para la seguridad nacional.

La respuesta de las empresas multinacionales no se hizo esperar. En primer lugar, en 2019, el fabricante estadounidense de bombas industriales Omnidex trasladó parte de la producción de China a Vietnam, y el fabricante de cámaras estadounidense GoPro inauguró una nueva línea de producción para el mercado de EEUU. en la ciudad de Guadalajara, México, mientras mantenía su fabricación en China para atender a otros mercados no estadounidenses. 

En segundo lugar, a principios de 2020, el brote de COVID-19 llevó a las empresas multinacionales a acelerar aún más la diversificación de las cadenas de suministro globales. Por ejemplo, aproximadamente el 30% (entre 3 y 4 millones) de los AirPods de Apple se producirán en Vietnam en lugar de China.  También en está linea, Google planea fabricar su teléfono inteligente de próxima generación Pixel 5 completamente en Vietnam. Por último, Microsoft también prevé comenzar a producir su línea de ordenadores portátiles y de escritorio Surface en Vietnam.

Más recientemente, la diversificación de la fabricación de productos de Apple fuera de China sigue su curso iniciado tiempo atrás y ahora la empresa taiwanesa de componentes electrónicos Foxconn ha conseguido permiso para construir una nueva factoría en Vietnam valorada en 270 millones de dólares. Con más detalle, Foxconn está construyendo líneas de ensamblaje para el iPad y el ordenador portátil MacBook en este país con el objetivo de que este operativa en la primera mitad de 2021. Estas líneas de ensamblaje serán trasladadas de parte de la producción que en la actualidad tiene en China. Hasta ahora todos los iPads se ensamblaban en China, por lo que esta decisión de Apple y Foxconn resulta muy significativa.

Pero continuar con este proceso, tanto Vietnam como México deberán afrontar grandes retos. Por ejemplo, deberán adoptar políticas más favorables al comercio y la inversión y aumentar las inversiones nacionales en educación e infraestructuras para ampliar la mano de obra altamente cualificada. Además, deberán cambiar su legislación para hacer que sus entornos comerciales sean mas favorables para los inversores internacionales. 

De este modo, México se enfrenta a persistentes problemas de seguridad interna e infraestructuras inadecuadas, mientras que Vietnam necesita construir más infraestructuras relacionadas con la logística, como carreteras, ferrocarriles y puertos. Para pasar a las cadenas de valor mundiales de alta tecnología, ambos tendrán que aumentar sus dotaciones de mano de obra cualificada mediante mayor gasto en educación y formación.

Ambos países han aumentado su valor agregado en las cadenas de suministro mundiales desde 1990, tal y cómo se puede observar en los dos gráficos siguientes. En el primer gráfico se muestra que el comercio de México en las cadenas de suministro globales fue ocho veces mayor que el de Vietnam en 2018. 

Del segundo gráfico se puede destacar, que si bien ambos países son serias alternativas al comercio con China, los proveedores extranjeros clave que participan en las cadenas de suministro globales son diferentes para ambos países. Por un lado, a finales de 2019 el valor agregado extranjero en las exportaciones brutas de México (exportaciones más reexportaciones) tuvo principalmente su destino a EE.UU. (34,9%), China (16,7%) y Alemania (6.5%). Por otro lado, las exportaciones brutas de Vietnam se destinaron principalmente a países asiáticos, principalmente a China (22,9%), Japón (20,5%) y Corea del Sur (7,7%).

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Como citar esta entrada del Blog: 

Vicente Esteve, "La guerra comercial entre EE.UU. y China y la COVID-19 ha acelerado el traslado de las cadenas de suministros globales a otros países", Universidad de Valencia, Blog Viaje al Fondo de las Finanzas Internacionales, 2/2/2021,http://vicenteesteve.blogspot.com/2021/02/la-guerra-comercial-entre-eeuu-y-china.html