viernes, 29 de marzo de 2013

La devaluación interna de la economía española navega con el rumbo equivocado


Durante los años 1995-2007 la economía española experimentó una etapa expansión económica sin precedentes desde la democracia (con una tasa medial anual acumulativa de crecimiento del 3,5%). Esta etapa de crecimiento se basó en dos pilares.

Por un lado, la incorporación de España a la Unión Económica y Monetaria en 1994 propició una caída de los tipos de interés nominales, que se acentuó a partir de la instauración del euro como moneda oficial en sustitución de la peseta. La caída de los tipos de interés y la ausencia de riesgo de tipo de cambio dentro de la zona euro llegó a provocar la existencia de tipos de interés reales negativos y alentó un aumento de la confianza de los inversores y un fuerte aumento del crédito, que conllevó el aumento de la demanda de viviendas y de bienes de consumo duradero y posteriormente el aumento de la inversión en capital fijo y el empleo de las empresas favorecidos por esa mayor demanda. Por otro lado, la expansión económica se vio favorecida por la llegada masiva (sin control) de inmigrantes, fundamentalmente a partir del año 2002, atraídos por una creciente demanda de empleo en el sector de la construcción y de algunos servicios básicos de bajo valor añadido como la hostelería y el servicio doméstico. Este aluvión de inmigrantes provocó un nuevo impulso al consumo privado y a la inversión en capital fijo, y a la vez impidió el estrangulamiento de la economía por falta de mano de obra en determinados sectores productivos.

Pero al mismo tiempo que se impulsaba el crecimiento y el empleo (ejemplo en Europa), la economía española generó un conjunto de desequilibrios macroeconómicos importantes: déficit creciente y persistente de la balanza por cuenta corriente, insuficiencia de ahorro y dependencia de la financiación exterior, exceso de inversión en capital fijo (tanto en infraestructuras públicas como en vivienda), sobreendeudamiento de familias, empresas financieras y sistema bancario (con el exterior), dependencia de la producción y el empleo de los sectores ligados al "ladrillo", y aumento de los precios y salarios (pérdida de competitividad exterior) por encima de nuestros socios europeos y del resto de países industrializados.

La crisis financiera internacional de 2007 que desencadenó la crisis económica global no hizo más que sacar a la luz nuestros desequilibrios y nos despertó de un sueño de crecimiento (y casi pleno empleo) que ya tenía fecha de caducidad cuando nació. Los bajos niveles de los tipos de interés nominales y reales y el exceso de crédito inmobiliario e hipotecario generaron una enorme burbuja, que provocó aumentos del precio de las viviendas durante este periodo de más de un 30% en términos reales (descontada la inflación). Además, la caída de los ingresos públicos y la acumulación de gastos públicos estructurales (servicios públicos que ya no se podían financiar y una estructura administrativa duplicada y despilfarradora, cuando no corrupta) y coyunturales (aumento de las prestaciones por desempleo y de los intereses de la deuda), ha terminado  generando un déficit público y un endeudamiento de las AA.PP. insostenible.

A título de ejemplo, en el primer gráfico (hacer clic sobre el mismo para verlo más grande) se muestra la pérdida de competitividad relativa acumulada por la economía española con Francia y Alemania en el periodo 1999-2007.


























Los costes laborales de una economía se suelen medir en términos de unidad de producto, es decir, mediante la variable conocida como el coste laboral unitario nominal, CLUN, la cual se aproxima mediante el cociente entre la remuneración media por asalariado, W, y la productividad aparente del factor trabajo, PROD. A su vez la productividad aparente del factor trabajo se calcula por el cociente entre la producción en términos reales y el empleo total de la economía. De este modo, los posibles aumentos (caídas) temporales de los CLUN serán el resultado del aumento (disminución) de la retribución por asalariado y de una caída (aumento) de la productividad, o de una combinación de ambos factores, CLUN = W-PROD.

Como se puede observar en el gráfico, mientras que el periodo 1999-2007 en España subían los CLUN un 31%, en Francia aumentaban un 18% y en Alemania se mantenían constantes. Este proceso de pérdida de competitividad era el resultado de un aumento excesivo de los salarios que no era ni de lejos compensados con la baja productividad de nuestra economía. En el extremo opuesto se situaba Alemania, que registraba una moderación salarial que encima era compensada con una mayor productividad del trabajo.

Antes del ingreso en la Unión Económica y Monetaria, las devaluaciones competitivas (o externas) de la peseta fueron un factor determinante para impulsar la salida de la economía española de las crisis económicas. Sin duda, este ajuste nominal permitía recuperar la competitividad exterior y, en última instancia impulsar la actividad económica a través de la demanda externa. 

Pero una vez abandonada la moneda nacional con el euro y con la cesión de la política monetaria al Banco Central Europeo, la estrategia de recuperación de la competitividad con el exterior y la reactivación económica pasa por un proceso de devaluación interna (o desinflación competitiva), basada en dos pilares: a) la búsqueda de un equilibrio presupuestario mediante un proceso de ajuste o consolidación fiscal; y b) el cambio de las pautas de comportamiento de los agentes económicos en la determinación de precios y salarios, que debería vincularse a la productividad real. Ello permitiría la moderación de la inflación, facilitando un proceso de desinflación competitiva.

Pero a la vista de lo acontecido desde 2011, la devaluación interna de la economía española navega con el rumbo equivocado.

Por un lado, la composición del ajuste fiscal de la economía española camina por la senda inadecuada, tal y como tuvimos de explicar en una entrada reciente del Blog. En primer lugar, el ajuste fiscal no se basa en una caída del gasto público, sino que su diseño es un combinación entre recortes de gasto público y subida de impuestos. En segundo lugar, los recortes de gasto público no se centran en el gasto corriente, sino que gran parte del recorte se ha basado en la bajada de la inversión pública, siguiendo la tendencia del último Gobierno socialista. Por último, el ajuste fiscal no está acompañado de una política de reformas estructurales que incidan en el incentivo de la oferta agregada, la liberalización del mercado de trabajo y la moderación de salarios. En este caso, las medidas que incidan por el lado de la oferta son escasas o tímidas, la liberalización del mercado de trabajo es incompleta y, por el momento, sólo se ha impulsado de manera exógena la moderación salarial en los empleados públicos, mientras que los salarios del sector privado han seguido creciendo o reduciéndose moderadamente (el ajuste ha sido el empleo). Además, los acuerdos de moderación salarial entre los agentes sociales, y entre estos y el Gobierno brillan por su ausencia.

Por otro lado, aunque en el últimos años los crecimientos en los salarios se han ido moderando e incluso se han reducido en 2012, esta reducción global del último año esconde dos mecanismos perversos, tal y como se puede ver en los siguientes gráficos.

En primer lugar, la tasa salarial firmada en los convenios colectivos ha aumentado en 2012 un 1,3%, cuando la tasa de paro ya roza el 27%.


En segundo lugar, y quizás más grave, aunque el coste laboral por hora trabajada en 2012 se ha reducido un 3,1 % (4º trimestre de 2012 sobre 4ª trimestre de 2011), esta bajada esconde un escandaloso comportamiento "dual":
  • Mientras que el peso de la caída de los salarios los soportan los empleados públicos y los empleados afines (empleados de sectores "concertados"): sector de administración pública y defensa y seguridad social obligatoria (-15,9% de caída de salarios); sector de actividades sanitarias y de servicios sociales (-10,4% de caída de salarios).
  • La subida salarial en los sectores (mal) regulados o (ineficientemente) subvencionados es provocadora y estridente: sector subvencionado de las industrias extractivas o mineras (+10% de subida de salarios); sector regulado de suministro de energía eléctrica y gas (+9,4% de subida de salarios).


Durante el año 2010 se puso de moda entre algunos académicos y comentaristas económicos la defensa del llamado efecto demostración de los salarios públicos sobre los salarios privados. En síntesis, se  afirmaba que la reducción de los salarios públicos tendría un efecto demostración sobre la negociación salarial privada, reduciendo significativamente los incrementos salariales acordados y, por tanto, impulsando el empleo y la actividad económica. Parece que se equivocaron y el efecto demostración está siendo insignificante.

miércoles, 20 de marzo de 2013

EE.UU. recupera la competitividad exterior con sus principales socios comerciales, 2003-2013



Los EE.UU. están recuperando rápidamente su competitividad exterior (relativa) con sus principales socios comerciales, no sólo a través del tipo de camino nominal y real, sino también con respecto a la evolución de los costes laborales unitarios. Y esta recuperación de la competitividad exterior es uno de las principales factores de la vuelta de la producción de muchas empresas manufactureras desde los países emergentes hacia territorio norteamericano, tal y como tuvimos ocasión de comentar en una entrada reciente del Blog. Otros factores que han favorecido la recuperación de la competitividad exterior son la mayor explotación de los recursos energéticos nacionales (energía eólica y gas natural) y una mayor asunción de las empresas norteamericanas de los "costes ocultos" de la deslocalización. [1] 

En esta entrada nos ocupamos de la evolución reciente de algunos indicadores de competitividad exterior de la economía americana, tipo de cambio efectivo nominal y real y costes laborales unitarios, para el periodo 2003-2013 y 2003-2011, respectivamente.

El tipo de cambio real bilateral (TCR) o el tipo de cambio multilateral/efectivo real (TCER) es uno de los principales indicadores de la competitividad exterior de la economía nacional con otro país o con un conjunto de países, respectivamente. El TCR entre dos monedas (el multilateral es un promedio de los bilaterales, ponderado por los pesos en el comercio de la cesta de países considerada) es la ratio entre el producto del tipo de cambio nominal bilateral (E) y un índice de precios que refleja el poder adquisitivo de la moneda extranjera (P*) y un índice de precios que refleja el poder adquisitivo de la moneda nacional (P). En nuestro caso, y utilizando símbolos, TCR = P/(E P*). Los índices de precios P y P* típicamente son índices de precios al consumo, pero puede construirse una serie de TCR utilizando otros índices: el deflactor del PIB y el coste laboral unitario. En última instancia, el TCR/TCER mide la competitividad exterior de la economía nacional con un país o un conjunto de países y recoge, tanto los componentes de la competitividad-tipo de cambio nominal (1/E), bilateral o efectivo, como de la competitividad-precio (P/P*). La interpretación económica es la siguiente: un aumento (caída) del TCER indica una apreciación (depreciación) real de la moneda nacional con la moneda extranjera y, por lo tanto, supone para el periodo considerado una pérdida (ganancia) de competitividad de la economía nacional con el país o conjunto de países. [2] [3] 

En los dos primeros gráficos (hacer clic sobre los mismos para hacerlos más grandes) se muestra la evolución temporal para el periodo 2003-2013, de los tipos de cambio efectivo nominal y real del dólar con el conjunto de las principales monedas (primer gráfico) [4] y con el conjunto de los principales socios comerciales de EE.UU. (segundo gráfico) [5].



Por una parte, el tipo de cambio efectivo nominal (TCEN) del dólar con el conjunto de las principales monedas y con el conjunto de los principales socios comerciales de EE.UU. registra una importante depreciación (depreciación nominal, ganancia de competitividad-tipo de cambio nominal) del 24,6% y del 19,4%, respectivamente. Por otra parte, una vez corregido el TCEN por los índices de precios, el tipo de cambio efectivo real (TCER) del dólar con el conjunto de las principales monedas y con el conjunto de los principales socios comerciales de EE.UU. registra también una importante depreciación (depreciación real, ganancia conjunta de competitividad-tipo de cambio nominal y competitividad-precio) del 18,4% y del 21,9%, respectivamente.

Centrémonos ahora en el otro indicador de competitividad exterior de la economía de EE.UU.: la evolución de los costes laborales unitarios en relación a los de sus principales socios comerciales.

Los costes laborales de una economía se suelen medir en términos de unidad de producto, es decir, mediante la variable conocida como el coste laboral unitario, CLU, la cual se aproxima mediante el cociente entre la remuneración media por asalariado, W, y la productividad aparente del factor trabajo, PROD. A su vez la productividad aparente del factor trabajo se calcula por el cociente entre la producción en términos reales y el empleo total de la economía. De este modo, los posibles aumentos (caídas) temporales de los CLU serán el resultado del aumento (disminución) de la retribución por asalariado y de una caída (aumento) de la productividad, o de una combinación de ambos factores, CLU = W-PROD.

En el siguiente gráfico - que ha sido publicado recientemente en el Economic Report of the President, 2013- se muestra el variación media (en %) registrada por los costes laborales unitarios de los EE.UU. y sus principales socios comerciales, entre 2003 y 2011. [6]


Durante la última década, los costes laborales unitarios de la industria manufacturera han crecido mucho más lentamente en EE.UU. que en otros países avanzados y emergentes. Esta caída de los costes de producir una unidad de producto fabricado en EE.UU. ha sido el resultado de la combinación de un crecimiento moderado de la retribución por asalariado y de un crecimiento más rápido de la productividad de la industria manufacturera. Por el contrario, el coste de producir una unidad de producto fabricado (en dólares) por los principales socios comerciales ha aumentado en algunos casos de forma considerable durante la última década.

¿Vuelven las etiquetas "Made-in-the-USA" o "Made in America"?

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[1] Véase, Boston Consulting Group (2012): “Rising U.S. Exports—Plus Reshoring—Could Help Create up to 5 Million Jobs by 2020”, Boston, septiembre; Inch, J. y Dutta, N. (2012): U.S. Manufacturing Renaissance, New York: Bank of America Merrill Lynch, marzo; Simchi-Levi, D., Peruvankal, J.P., Mulani, N. y Ferreira, J. (2011): “Made in America: Rethinking the Future of U.S. Manufacturing”, Accenture.
[2] El tipo de cambio real bilateral (o multilateral/efectivo) es en ocasiones definido como TCR = (E P*)/P. En este caso, la interpretación económica es la contraria: un aumento (caída) del TCE indica una depreciación (apreciación) real de la moneda nacional con la moneda extranjera y, por lo tanto, supone para el periodo considerado una ganancia (pérdida) de competitividad con el país extranjero.
[3] En los manuales de economía internacional al TCR se suele denominar con el símbolo q para diferenciarlo del TCN que se denomina con el símbolo E.
[4] Zona del euro, Canadá, Japón, Reino Unido, Suiza, Australia y Suecia.
[5] Zona del euro, Canadá, Japón, México, China, Reino Unido, Taiwan, Corea del Sur, Singapur, Hong Kong, Malaysia, Brasil, Suiza, Tailandia, Filipinas, Australia, Indonesia, India, Israel, Arabia Saudi, Rusia, Suecia, Argentina, Venezuela, Chile y Colombia.
[6] China entre 2003 y 2009.

viernes, 1 de marzo de 2013

PIB versus PNB: Irlanda en la encrucijada


La mayor parte de los países  excluyendo los EE.UU., han utilizado desde hace tiempo su Producto Interior Bruto (PIB, en inglés GDP, Gross Domestic Product) en vez del Producto Nacional Bruto (PNB, en inglés GNP, Gross National Product) como su principal indicador del nivel de actividad económica. En 1991, EE.UU. se sumó también a esta práctica.  Generalmente, la discrepancia entre el PIB y del PNB es reducida. Sin embargo, en esta entrada del Blog destacamos cómo, para determinados países y en determinados períodos, existe una diferencia cualitativa y cuantitativamente importante, resultando que el PNB es un indicador más adecuado (que el PIB) para analizar la capacidad de una economía para financiar el gasto nacional y, en última instancia, la necesidad de financiación de la economía nacional del resto del mundo. Este resulta ser el caso de Irlanda en los últimos años.

La magnitud macroeconómica fundamental cuantifica el valor total de la corriente de bienes y servicios finales generados en una economía en un periodo de tiempo determinado, normalmente un año. Si medimos el valor de la producción generada dentro de las fronteras del país nos estaremos refiriendo al PIB, mientras que si medimos la producción generada por los factores de producción (trabajo y capital) propiedad de residentes nacionales (independientemente del lugar en que se localice la producción) nos referiremos al PNB. En definitiva, el paso del PIB al PNB supone agregar la renta de los factores nacionales obtenidas en el extranjero y detraer la renta de los factores extranjeros obtenidos en el territorio de un país. En particular, el PIB no corrige por la parte de la producción generada utilizando servicios proporcionados por el capital de propiedad extranjera.

La diferencia entre ambas macromagnitudes viene dada por el saldo de la Balanza de Rentas con el resto del mundo (en inglés NFI, Net Factor Income from the Rest of the World), calculado como la diferencia entre las rentas (sueldos, salarios, intereses, dividendos, pagos por patentes, etc.) percibidas por factores productivos nacionales como contrapartida a su aportación a las productiva del resto del mundo menos las rentas percibidas por factores productivos extranjeros por su aportación a la producción de nuestro país.

De modo que:

GNP = GDP  ± NFI

En el los dos primeros gráficos (hacer clic sobre los mismos para verlos más grandes) se presenta la evolución del PIB, PNB y del NFI para la economía de Irlanda desde 1997 a 2014 (años 2012 a 2014 previsiones).


Con el paso del tiempo se ha abierto una brecha importante y creciente entre el PIB y el PNB de la economía irlandesa. Esto sucedía a medida que aumentaba el saldo negativo de las Balanza de rentas con el resto del mundo. A finales del 2011 el saldo negativo NFI con el resto del mundo ya representaba el 20% del PIB y se espera que vaya creciendo hasta alcanzar el 22,1% en 2014.

Este creciente desequilibrio se ha debido principalmente a la remuneración creciente de la inversión efectuada por multinacionales extranjeras en Irlanda. Como es bien conocido, la baja fiscalidad sobre beneficios, de los royalties y la gestión de la propiedad intelectual (12,5% de tipo impositivo general en el Impuesto sobre Sociedades) son algunos elementos (junto al idioma y la alta cualificación del capital humano, aunque en menor medida) que han hecho de Irlanda un imán para multinacionales, sobre todo estadounidenses, que han llegado a proporcionar empleo a uno de cada siete trabajadores del país. [1] [2]

En el siguiente gráfico se puede observar como el Valor Añadido Bruto (VAB, en inglés GVA, Gross Value Added) de las empresas multinacionales (EM) instaladas en Irlanda en % del PIB total ha ido creciendo sin parar, hasta representar a finales del 2011 nada menos que el 22%.


Quizás la pregunta clave sería la siguiente: ¿estamos ante un milagro económico o una enfermedad "crónica" de la economía irlandesa?
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[1] Algunas de las multinacionales que tienen su base operativa europea en Irlanda son General Electric, Cisco, Pfizer, HP, Apple, Google, Microsoft, Facebook, entre otras.
[2] Recientemente se ha vuelto a reabrir el debate en España y en el resto de Europa de si es posible que Irlanda siga manteniendo su baja fiscalidad a las empresas en un Mercado Único.