

Los costes laborales de una economía se suelen medir en términos de unidad de producto, es decir, mediante la variable conocida como el coste laboral unitario, CLU, la cual se aproxima mediante el cociente entre la remuneración media por asalariado, W, y la productividad aparente del factor trabajo, PROD. A su vez la productividad aparente del factor trabajo se calcula por el cociente entre la producción en términos reales y el empleo total de la economía. De este modo, los posibles aumentos temporales de los CLU serán el resultado del aumento de la retribución por asalariado y de una caída de la productividad, o de una combinación de ambos factores, CLU = W-PROD. En principio, los diferenciales a corto plazo de los CLU en una Unión Económica y Monetaria (UEM) con una moneda común podrían reflejar en un momento del tiempo dos situaciones complementarias: 1) la diferente evolución de los salarios nominales, consecuencia de las características particulares de los mercados de trabajo nacionales; 2) y la diversa evolución de la productividad del trabajo doméstica. No obstante, a largo plazo lo grave sería una situación en la que los diferenciales en el crecimiento de los salarios nominales fueran ampliándose y resultaran persistentes en el tiempo, y que ello no fuera consecuencia directa de diferenciales positivos de productividad. En este contexto, el país miembro de la UEM terminaría acumulando pérdidas de competitividad exterior y un déficit creciente de la balanza comercial con el resto de países de la Eurozona, lo que provocaría pérdidas de producción y de empleo. En el cuadro 1 aparecen las cifras de las tasas de variación interanual de los CLU de los países de la zona euro desde 1999 a 2007. Varios países, entre los que se encuentra España con un +26,4%, han registrado incrementos acumulados muy elevados y muy por encima del aumento medio acumulado en la zona del euro desde 1999. Esta evolución contrasta con los ligeros aumentos de Alemania (+2,3%) y de Austria (+5,9%), y en menor medida por los aumentos moderados de Finlandia (+11,6%) y de Bélgica (+14,2%). Para el caso de la economía española resulta necesario destacar que el grado de persistencia de la evolución negativa de los CLU ha sido muy elevado, ya que: 1) el crecimiento acumulado de los CLU ha sido constantemente superior a la media de la zona del euro; 2) y nuestra posición negativa relativa incluso ha empeorado con el paso del tiempo. En el cuadro 2 se puede ver para el periodo 1999-2007 y para los países anteriores, las cifras del crecimiento acumulado de los CLU y de sus dos componentes más arriba mencionados: la remuneración por asalariado y la productividad del trabajo. En general, la divergencia entre los diferentes países en la evolución de los CLU se ha debido en gran medida a las diferencias en las tasas de crecimiento de la remuneración por asalariado más que a la evolución de la productividad. La excepciones negativas se dan principalmente en Italia y España. Para el caso de la economía española, la muy baja tasa de crecimiento de la productividad del trabajo acumulada en estos nueve años (un +4,1% frente al 11% de la media de la zona euro o el 15% de Alemania, por ejemplo), ha podido contribuir sin duda a que los CLU hayan crecido muy por encima de la media, con los consiguientes efectos negativos sobre la competitividad exterior de nuestra economía en términos de precios y costes.
No cabe duda que está situación es insostenible a medio plazo y que la misma tendrá que corregirse necesariamente con una combinación de 3 factores complementarios: 1) medidas que impulsen el aumento de la productividad a largo plazo; 2) moderación del crecimiento de la remuneración de los costes salariales teniendo en cuenta los avances de la productividad; 3) y con cambios normativos que faciliten el funcionamiento más flexible y eficaz del mercado de trabajo español. Todas estas sugerencias resultan ya viejas conocidas, aunque el 1) y el 3) son objeto del último Informe de la OCDE sobre la economía española, recientemente publicado.