domingo, 14 de diciembre de 2008

La incertidumbre sobre los mecanismos de transmisión de la Política Fiscal (I): el gasto público




En los últimos tiempos, los medios de comunicación, los comentaristas políticos y económicos, y algunos políticos relevantes han ensalzado sin mesura el papel de los impulsos fiscales como instrumentos necesarios para tratar de paliar la recesión económica internacional. De este modo, se argumenta con demasiada fe que una vez agotada las bajadas de los tipos de interés nominales (al menos en EE.UU.) y las inyecciones de masivas de liquidez (¿trampa de la liquidez?), la política fiscal debería tomar el relevo de la política monetaria en el relanzamiento del consumo privado, la producción y el empleo. Pero parecen "ignorar" dos hechos relevantes: 1) que la política fiscal no es tan keynesiana como nos sugieren los libros de texto que estudian nuestros alumnos en las Facultades de Economía; y 2) que muchos macroeconomistas (incluído yo) somos muy excépticos respecto al modelo keynesiano estándar.
Entrando en más detalle, existe un gran consenso entre los economistas, tanto en el terreno teórico como empírico, sobre los efectos de los shocks de política monetaria (vía tipos de interés nominales) y sus canales de transmisión sobre las variables macroeconómicas clave, tales como la tasa de inflación y la producción real, (véase, por ejemplo Christiano, Eichenbaum y Evans, 1999 y Burnside, Eichenbaum y Fisher, 2004), mientras que no hay acuerdo claro, ni teórico ni empírico, sobre los efectos cualitativos y cuantitativos de los shocks fiscales de gasto público o impositivos.
En esta entrada prestamos atención a los mecanismos de transmisión de la política fiscal en la vertiente de los shocks de gasto público y, más concretamente, en las posibilidades de que aumentos masivos del gasto del gobierno en bienes y servicios (o consumo público) puedan estimular el consumo privado.
Así, desde el punto de vista teórico, mientras los modelos neoclásicos predicen que los salarios reales y el consumo privado debería caer tras un shock de gasto público centrado en un aumento del consumo público, algunos modelos neokeynesianos predicen lo contrario. La clave de los efectos positivos o negativos sobre el consumo privado de un aumento del gasto público está en los mecanismos de transmisión subyacentes en cada uno de los dos tipos de modelos.
Por un lado, en los modelos neoclásicos estándar si el gobierno aumenta el consumo público provoca que los individuos (ricardianos) se vean afectados por un efecto riqueza negativo, ya que anticipan intertemporalmente subidas de impuestos que tendrán que pagar en el futuro para compensar los aumentos de gasto público actuales (Baxter y King, 1993). De este modo, los individuos reducen ahora su consumo -el consumo privado caerá- y su tiempo de ocio, aumentan su oferta de trabajo, lo que provoca un aumento del output de la economía (la política fiscal es expansiva) y una caída de los salarios reales (con la demanda de trabajo constante). En definitiva, en estos modelos los efectos negativos de un shock positivo de gasto público sobre el consumo privado y los salarios reales se transmiten a través de dos factores clave: el efecto riqueza negativo y la hipótesis de separabilidad entre el consumo y el ocio.
Por otro lado, algunos modelos neokeynesianos plantean la posibilidad de que el efecto riqueza negativo deje de funcionar y que el consumo privado se estimule (junto al output) ante un aumento del consumo público. La clave está en que el shock fiscal lleve a un desplazamiento de la demanda de trabajo, al aumento de los salarios reales y, en última instancia, a un alza del consumo privado. El desplazamiento de la demanda de trabajo y el aumento de los salarios reales se daría tanto en modelos neokeynesianos con "mark-ups" empresariales contracíclicos (Rotemberg y Woodford, 1992), con rigideces nominales como competencia monopolística y rigidez de precios, (Linnemann y Schabert, 2003) o con aumentos de productividades sectoriales derivadas de la mayor especialización de las empresas (Devereux, Head y Lapham, 1996).
Además, el alza de los salarios reales que se daría a través de cualquiera de estos tres mecanismos provocaría, a su vez, dos vías de aumento en el consumo privado. En primer lugar, un efecto substitución, ya que el alza del salario real llevaría a que los individuos sustituyeran ocio por consumo (Devereux, Head y Lapham, 1996). En segundo lugar, si la existencia de restricciones de liquidez impide que una parte de la población no pueda ni prestar ni tomar prestado, ello puede conducir a los hogares a gastar su renta salarial en cada periodo (Galí, López-Salido y Vallés, 2007). En definitiva, para que los modelos neokyenesianos funcionen, y los aumentos de gasto público (consumo público) provoquen un aumento del consumo privado, es necesario que los shocks fiscales generen también un aumento "sustancial" de los salarios reales de la economía.
Tampoco en el terreno empírico quedan claros los efectos cuantitativos y cualitativos de los shocks fiscales sobre las variables macroeconómicas clave. Por un lado, los estudios de Blanchard y Perotti (2002) y Perotti (2008) muestran que el consumo privado crece significativamente y de manera persistente ante un shock positivo de gasto público, tal y como predicen los modelos neokeynesianos. Al contrario, trabajos como los de Edelberg, Eichenbaum y Fisher (1999) y Burnside, Eichenbaum y Fisher (2004) encuentran evidencia empírica de los modelos neoclásicos: el output crece pero el consumo privado y los salarios reales caen. En relación a estos dos últimos trabajos, en los gráficos se representa la respuesta negativa del consumo privado ante un shock positivo de gasto público (en el último caso, sin o con la presencia de impuestos distorsionantes).
Malos tiempos para afrontar en la práctica un "puzzle" de política fiscal.

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